martes, 1 de mayo de 2012

Preludio


Salió el sol como un día más. La brisa matutina hacía ondear sus cabellos, y el olor a agua salada lo invadía todo. Llevaba horas sentada en la orilla, cautivada por el sonido de las olas y los pequeños reflejos que cubrían toda la superficie del agua. Siempre iba a ese lugar, protegiéndose de las miradas de la gente, un lugar donde pasar desapercibido o incluso un lugar donde huir.
Los primeros rayos de sol sobre su rostro medio dormido hicieron que se desperezara. Había llegado el momento de marcharse, debía ser veloz como el viento, pronto estar allí no sería tan seguro.
Miró durante unos breves segundos el agua acariciando sus pies, la marea estaba subiendo, debía volver ya.
Apoyó sus manos sobre la fría arena y se incorporó de un salto y, como si de una ráfaga de aire se tratase, desapareció.